No sos vos, de verdad, soy yo.
Ese momento en que te das cuenta de que hay que hacerse cargo
En unos días se cumplen dos años de que estoy viviendo acá. En esta isla pequeñita que un día se sintió hogar pero que ya, desde hace bastante tiempo, no resuena conmigo.
Cuando mi pareja me propuso volver no lo dudé. Me hacía ilusión pasar un tiempo de nuevo en este rinconcito del mundo que entre Octubre de 2017 y Mayo de 2018 se había robado mi corazón. O incluso tal vez me lo robó antes, cuando vinimos por primera vez.
Había imaginado vivir durante un tiempo en Koh Tao1 incluso antes de haber puesto un pie en ella. Incluso antes de haber visto siquiera una foto. Fue en 2012 cuando vine a Tailandia por primera vez y escuché diferentes historias de personas que se habían alquilado una cabañita frente al mar para instalarse por meses en el paraíso.
Las vueltas de la vida hicieron que mis planes se desviaran y no pisé Koh Tao hasta 2016. En ese momento solo pasé en la isla un total de 12 días divididos en dos viajes cortos (7 y 4 días respectivamente).
La cuestión es que tanto ese año, como cuando volvimos y nos instalamos por 7 meses, mi tiempo acá tenía un propósito concreto: bucear. Cuando volvimos, hace 2 años, fue porque mi pareja consiguió un trabajo estable en la industria del buceo. Como yo actualmente estoy focalizada en hacer crecer mi negocio online, para mí no era un problema. Al contrario, como dije, me hacía ilusión volver.
Al principio me integré rápido a la vida en la isla. Si bien es pequeñita, veníamos de vivir en una todavía más chiquita así que no me representaba un problema. Pero los meses pasaron y yo me empecé a agobiar.
Long story short… hace ya un buen rato que no quiero vivir acá. Y durante todo ese tiempo me la pasé culpando solamente a los motivos afuera.
Hay, siento, dos cosas que afectan muchísimo a mi relación con la isla: 1) ahora mismo nuestra energía no hace match y 2) me resulta muy difícil hacer comunidad. Siempre afirmo que lo segundo es consecuencia de lo primero. Y un poco sí, porque siento que al estar en dos momentos tan distintos, ella y yo, lo que cada una necesita es diferente.
Pero hace unos días me cayó una ficha. En realidad, es algo de lo que era consciente, pero a medias. Porque tomando responsabilidad de mi papel en esta relación, llegó un momento en que yo, simplemente, me cerré. Total, pensaba, para que me voy a esforzar si acá no está lo que estoy buscando. Era más fácil seguir culpando a la isla, a su energía diferente a la mía, a que no hay mucho para hacer2 y a tantas cosas más, que realmente hacerme cargo.
Nunca me costó hacer amigos. Soy una persona bastante extrovertida (con momentos de introvertida que disfruto muchísimo), muy sociable y soy capaz de hablar hasta con las arañas (dato comprobado en mi tercer curso Vipassana). Pero por algún motivo, acá, no le encuentro la vuelta.
No es que en los dos años que llevo acá no hice ni un amigo. Pero las poquísimas amistades reales que hice ya se fueron hace rato. (Es lo malo de ser nómada en lugares tan turísticos. Después de 11 años cualquiera pensaría que ya estoy acostumbrada, pero evidentemente el alma me está pasando factura.)
Hay otras cosas que me afectan de la vida en la isla, pero la falta de sentido de comunidad, creo es la que más. Y por eso durante mucho tiempo me esforcé por conocer gente, incluso sabiendo que estaban acá por poco tiempo. Así es la necesidad que tengo a veces de sociabilizar. Pero no hay caso, no funciona.
Hace unos días, cuando me volvió a dar el bajón de acá estoy más sola que un perro abandonado (sí, ya sé que tengo a mi pareja acá, pero él está trabajando todo el día y una también necesita amigos), me puse a reflexionar. ¿Qué puede estar pasando para que nadie quiera pasar tiempo conmigo? ¿Por qué nadie quiere conocerme?
Y fue ahí cuando sentí que la isla me daba una cachetada. Porque sí, le tengo que atribuir el punto a ella después de tantos golpes que le di. Es lo mínimo que puedo hacer.
La cuestión es que la culpa sí es mía. Porque yo estoy cerrada a cualquier cosa que pase acá, y cuando me pongo en esa posición, mi energía cambia. Me cuesta muchísimo poner cara de feliz cumpleaños cuando tengo que hablar sobre mi vida en la isla. No me sale mentir, no quiero ser careta y tampoco lo puedo evitar.
Revisando mentalmente conversaciones que he tenido a lo largo de estos últimos meses, siento que la forma en que estuve compartiendo mi sentir, pudo haberse percibido como energía negativa en más de una ocasión. Y, si realmente es así, ni yo quisiera ser mi amiga.
Reconocer eso, fue un golpe todavía más duro. La buena noticia es que me hizo abrir los ojos.
Hace algunos años, había empezado a escribir un texto que creo nunca terminé - y tampoco pude encontrar - en el que reflexionaba sobre cómo los viajeros solemos hablar de los lugares. “Te recomiendo ir a tal lugar, es increíble. Pero no vayas a este, porque la verdad es una m***da, no vale la pena.”
Lo que recuerdo es que el texto empezaba diciendo algo así como que no hay que culpar a los lugares de las experiencias que tenemos porque tienen que ver con cosas más bien personales que del destino en sí, y mientras lo escribo, siento que el diablito de mi mente suelta risita malvada que me hace notar que caí en esa trampa.
Quizás Koh Tao no sea el lugar para mí en este momento de mi vida. Lo fue antes y quién sabe, lo puede llegar a ser en un futuro. Pero mi experiencia y mi sentir, son míos y está en mis manos la actitud con la que me paro ante mi realidad.
Ayer me junté con un grupo de chicas a jugar juegos de mesa. A una la conocía de juegos anteriores, a las otras dos no. Cuando empezó la conversación sobre cuánto hace que vivimos en la isla, qué hacemos y todo lo que sigue, respiré profundo y conté mi sentir pero con una energía completamente diferente. Las respuestas y miradas que recibí, también fueron distintas.
Ese compartir se sintió liviano. Muy liviano.
No voy a ocultar lo que me pasa porque si se da la casualidad de que justo conozco a alguien con quién puedo empezar a formar una amistad, quiero que sea desde lo genuino y real, pero gracias a ese golpe de realidad, me permití compartir desde otro lugar.
Uno que muestra una versión más genuina de quién soy en verdad.
Si yo me hubiese conocido ayer, sí hubiera querido ser mi amiga.
Koh Tao es una isla ubicada en el Golfo de Tailandia. Su superficie es de tan solo 21 km2.
Las actividades principales de la isla son el buceo y salir de fiesta. Aunque estoy certificada profesionalmente como DiveMaster, buceo muy pocas veces al año porque me mareó bastante en los barcos. Salir de fiesta ya no es tanto lo mío. Prefiero poder mantener conversaciones en lugares donde puedo escuchar lo que el otro me está diciendo y viceversa.